LA HABANA, Cuba, 18 de julio (Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press / www.cubanet.org) – Los masones cubanos están contentos. Hace unos días la enorme bola del mundo (la más grande y alta de Cuba), corona del Gran Templo Masónico, volvió a girar después de treinta años de inactividad.
El edificio, emblema de la masonería, se inauguró el 27 de febrero de 1955. El ingenio giratorio está construido de aluminio, es hueco y posee un eje central de cuatro pulgadas; ocupa 360 metros cuadrados, y lo remata el cuadrante y el compás, símbolos de la masonería mundial.
Nadie recuerda el año ni el día en que la esfera dejó de girar. Ahora, al transitar por la concurrida esquina Carlos III y Belascoaín, si se vuelve la vista al cielo, se verá girar la bola en lo alto.
Hace medio siglo, entre promesas y utopías, Cuba se detuvo, como suspendida en el tiempo y el espacio. Y así permanece, lejos del mundo que se mueve sin descanso.